Coaching: Herramienta para cultivar el fruto del Espíritu

Jun 18 / Annette Gulick
“¿Cómo se hace para tener una vida así?”, nos pregunta la gente, mayormente jóvenes, al escuchar que Tim y yo somos “nómadas” (es decir, que no tenemos casa ni residencia fija).

Generalmente, la persona no espera la respuesta, sino que nos cuenta de sus ganas de viajar y de conocer lugares y culturas nuevas.

Al ser personas que acumulamos experiencias y relaciones en vez de cosas, nos convertimos en referentes para algunos.

Me interesa más ser referente de una vida plena que de una vida nómada. Deseo que se note más la presencia del fruto del Espíritu que la ausencia de una casa.

Ser y tener un coach ha fomentado este fruto en mi vida. (*Existen diversos enfoques en el coaching.
Cuando hablo de coaching, me refiero al “Modelo COACH para líderes juveniles” que se enseña en el Instituto 625 y el libro por Felix Ortiz).
Te cuento mi experiencia para inspirarte a capacitarte e incorporar las técnicas y actitudes de un coach en tu ministerio, de manera que puedas tener más frutos, tanto en tu vida como en la de tus clientes.
El fruto del Espíritu es como cualquier fruto: no puedes forzar que aparezca, pero sí puedes cultivarlo. Mirando hacia atrás, veo cómo el coaching lo cultiva, ya que una simple conversación me entrena en la práctica de estos atributos de Dios.

Amor
El coaching es un marco específico para la relación entre dos personas. Un coach no busca sus propios intereses, sino los de la otra persona. Se esfuerza en escuchar más que en hablar, practicando la escucha activa para prestar atención a las palabras exactas y al lenguaje corporal. Verifica con preguntas si ha entendido bien.
Un coach cristiano no depende de su propia sabiduría para llevar la conversación por buen camino, sino que constantemente (y silenciosamente) le pide a Dios que guíe la conversación. Es decir, ser coach me ejercita en el amor ágape como se describe en 1ª Corintios 13 y Filipenses 2:1-8.

Alegría
Es común estar más enfocados en lo que todavía nos falta, al punto de no darnos cuenta de lo que sí hemos alcanzado. Reconocer y festejar los logros del cliente es una de las responsabilidades de un coach. Por ejemplo, uno de mis clientes es docente y quería diseñar estrategias para tratar mejor a algunos estudiantes difíciles.
Mientras me contaba la situación, pude reconocer su coraje y su amor al preocuparse por estos adolescentes en riesgo de deserción escolar, adicciones y suicidio. Escuchar lo que Dios está haciendo por medio de su pueblo es fuente de gran gozo para los dos..

Paz
Un manual para coaching Cristiano dice: “Todos los creyentes tienen al Espíritu Santo, pero no todos oyen su voz ni saben bien cómo responderle… El trabajo del coach es hacer reflexionar a la persona interesada, acercándola al Espíritu Santo.”
No soy el salvador de las personas ni quien les guía hacia toda la verdad. Estos roles están ocupados por quienes lo hacen con mucho más poder y eficacia que yo. Mi función es ayudar a las personas a acercarse a Jesús, quien sí les puede salvar, y a discernir y responder a la voz del Espíritu Santo. Esta visión de los alcances de mis responsabilidades me trae muchísima paz.
Lo he visto en otros también. Nunca olvido el cambio en una pastora que estudió en el Instituto E625. A lo largo de su curso, hablamos de lo que afrontaba en su iglesia y en su casa como viuda y, como consecuencia, madre soltera de un jóven. Algunos ejercicios en la capacitación de coaching le costaban porque le era difícil salir del rol de consejera y no sentirse responsable por las decisiones que tomaba el cliente. Con el tiempo, pudo asumir el cambio de postura y, cuando se fue de la capacitación, me comentó: “Esto cambiará por completo mi relación con mi hijo.” Su semblante era como si un gran peso le hubiera sido quitado de los hombros.

Paciencia
El cambio es el resultado de procesos, y los procesos necesitan tiempo. Por eso, el formato ideal para el coaching no es un solo encuentro, sino una serie de sesiones a lo largo de varios meses. Dedico la primera sesión a definir los dos o tres primeros logros específicos que responden a la pregunta: “¿Cómo quieres que tu vida sea diferente dentro de estos tres meses?” Esta actividad puede sentirse como un comienzo anticlimático, pero he aprendido que los resultados son mejores cuando respeto el proceso. Ver cuánto me cuesta alcanzar las metas que propongo con mi coach me ayuda a tener paciencia con mis clientes y a entender más la paciencia de Dios para con nosotros (2 Pedro 3:9).

Amabilidad y Bondad
Los coaches tipo entrenadores atléticos pueden ser brutales. Gritan, se enojan, critican. La vergüenza o el castigo pueden cambiar conductas a corto plazo, pero Dios busca un cambio desde adentro (del corazón y de la voluntad) hacia afuera, y por eso su estrategia principal es la que vemos en Romanos 2:4, “…las riquezas de la bondad de Dios, de su tolerancia y de su paciencia, … su bondad quiere llevarte al arrepentimiento.”
Juzgar o criticar a mis clientes no les ayuda. Generalmente ya saben qué es lo que deberían hacer. En cambio, les ayudo mediante preguntas y les doy un espacio para procesar lo que quieren hacer de manera diferente el el futuro.

Fidelidad
El coaching me ayuda a entender cuando Pablo dice que el amor, “todo lo cree, todo lo espera.” El coach debería mantener viva la fe del cliente. Él o ella puede cansarse, hasta desesperarse, pero el coach tiene la oportunidad de reorientarles para que su enfoque sea la fidelidad de Dios y no sus propias fuerzas.

Humildad
Al final de cada encuentro, le pregunto al cliente: “¿Qué es algo que quieres recordar de nuestro tiempo juntos?” Su respuesta me permite ver lo más útil de la conversación y cómo Dios está trabajando en él o ella. ¿Sabes cuántas veces la respuesta tiene que ver con algo que yo dije? Muy pocas. Al principio, esto me entristeció, pero ahora no. Entiendo que fui partícipe en lo que recibieron porque si no fuera por la sesión de coaching, es posible que no hubieran experimentado tal descubrimiento o hubieran tardado meses o años en llegar a ello. Colaborar con Dios sin buscar protagonismo me resulta muy sano.

Dominio propio
En el Coaching se habla de la “Regla 80/20”, que significa que el coach no debe hablar más del 20% del tiempo, mientras que el cliente tiene el 80% restante para hablar, reflexionar, tomar notas, entre otras cosas. Entonces, si una sesión dura una hora, tengo solamente 12 minutos para hacer preguntas, aclaraciones y comentarios. Esto requiere un esfuerzo consciente y constante para controlar mi lengua, y como nos recuerda Santiago 3:1-12, esto no es un logro menor.

Nuestro estilo de vida nómada no es un fin en sí mismo, sino un medio que nos ayuda a lograr la misión que Dios nos ha dado. Lo mismo ocurre con el coaching... no es un fin en sí mismo, sino un poderoso medio para colaborar con lo que Dios quiere hacer en otros, y también en nosotros mismos.